Revolera  | 

La falacia del diésel

Convendría que los gobiernos no hicieran demagogia con un impuesto del que nadie se puede escapar

Parece que no hay muchas esperanzas de escapar a una nueva oleada impositiva, empaquetada en el Plan Presupuestario 2019: el de sociedades, la tasa Google, el impuesto a las acciones, el incremento del IRPF a las rentas más altas, y, cómo no, el tasazo al diésel, entre otros. Este gravamen afectará a casi 18 millones de conductores en España con subidas de unos 4,6 céntimos por litro, o visto desde Hacienda, 670 millones más a sus arcas. Se trata este último de un impuesto que se pretende dulcificar bajo el paraguas “verde”, proteger nuestro medio ambiente, impulsar la descarbonización y mejorar nuestra salud -por cierto, nuestro país está a punto de ser el país del mundo con mayor esperanza de vida- en resumen, una tasa que nos va a llevar junto a Alicia y su País de las Maravillas. Vienen a ayudarnos, dicen, pero lo que realmente persiguen es recaudar.

Resulta que las autoridades han “descubierto” que nos estuvieron dando información “averiada” durante décadas; apoyaron al diésel porque era mejor que la gasolina, pero ahora pretenden hacer más atractiva esta segunda opción. ¿Qué les impedía rebajar la carga impositiva de esos vehículos por matriculación o reducir los impuestos en la gasolina para hacerla más “sexy” que el diésel? Pero no, resulta más cómodo (y rentable) demonizar al gasóleo y hacer pagar a millones de propietarios de ese tipo de vehículo.

Nos prometen, para demostrar su voluntad de ayudarnos, incentivos para cambiar a vehículos propulsados por energías alternativas, en especial la eléctrica (Incentivos que vuelven en gran medida a las arcas de Hacienda) a sabiendas de que, por una parte, los usuarios no pueden permitirse el cambio, y por otra, en concreto en el sector, esa alternativa ni siquiera existe. Los camiones que se van a vender en la próxima década están ya diseñados y sus plantas de producción no cambiarán de la noche a la mañana.

Entre tanto, la sociedad sigue demandando cada vez más movilidad de mercancías, a lomos del progreso social y económico, y el transporte por carretera es el modo principalmente elegido. Convendría que los gobiernos no hicieran demagogia con un impuesto del que nadie se puede escapar y volcasen sus ayudas para renovación de flotas, pero sin tendenciosas discriminaciones.