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Agonista

La toxicidad y peligrosidad del Covid-19 ha provocado que toda la comunidad científica y sanitaria haya iniciado una carrera frenética para identificar los tratamientos que eviten se produzca mayor intoxicación, neutralicen el virus y favorezcan su completa eliminación

Las “recetas” económicas, también llamadas reformas, son tratamientos diseñados en función del agente económico tóxico al que se enfrentan y se asemejan a los medicamentos a la hora de aplicar las mismas tres reglas: evitar, neutralizar y favorecer la eliminación.

Una solución es agonista cuando tiene afinidad con el receptor y es eficaz en su acción, ya que se opone al intruso dentro del conflicto que los enfrenta.

La reforma laboral de 2012 la podemos considerar como agonista por su afinidad con los receptores y por su eficacia en el conjunto de la economía del país en los últimos ocho años.

El sector logístico, como receptor, ha vivido posiblemente los años más florecientes de su historia, al neutralizar, por un lado, los efectos de un mercado laboral extremadamente rígido que impedía abordar la organización del trabajo como los tiempos lo requerían y, por otro, al favorecer una negociación colectiva con mejor equilibrio de fuerzas y sentido final del mismo. Las consecuencias son evidentes: erradicación del agente tóxico de 2012, crecimiento sostenido de dos dígitos y creación de empleo sin parangón.

Un fármaco antagonista impide que un fármaco agonista se una al receptor, lo bloquea y reduce su acción. Su eficacia es igual a cero. A lo que estamos asistiendo ahora atónitos y con preocupación es al intento de científicos populistas de introducir en la lucha por la erradicación del nuevo huésped un fármaco o solución antagonista que neutralice y bloquee lo conseguido.

La derogación completa de la reforma laboral, anunciada con nocturnidad y alevosía, no es más que un medicamento antagonista que siempre ha mostrado su ineficacia en el receptor, en el tratamiento de la infección que nos invade. Si bloqueamos al receptor logístico, la flexibilidad y el dinamismo que el actual marco laboral le concede, las consecuencias para el conjunto de la industria pueden ser catastróficas. La memoria es muy frágil, pero conviene no olvidar que la herramienta de los ERTEs, tan aplaudida hoy, es hija de la reforma laboral.

Superar cuanto antes este mal sueño, volver a la senda del crecimiento económico y de empleo es el deseo común de todos.

Gonzalo Sanz
gonzalosanzfernandez@gmail.com