El presidente de Puertos del Estado volvió a reunirse el pasado 5 de febrero con los representantes de Fenatport, esa controvertida asociación que amalgaba a los autónomos de los puertos de Barcelona, Bilbao y Valencia. Su único pretexto, ya histórico, es querer considerar al transporte como un servicio comercial portuario, a lo que Llorca se niega. Quieren legalizar la cultura de la plaza. Y para ello estas asociaciones, un día sí y otro también, se están especializando en cerrar los puertos a la libertad. Todo vale.
Competencia ha acreditado que ponen precios de referencia, se reparten el mercado y maniatan a las flotas en censos ilegales. Consiguen ahuyentar a otros transportistas de los puertos. Han logrado que el miedo se mantenga instalado entre empresarios y autónomos y que el sector hable de mafias y cartel. No buscan mayor seguridad en las operaciones, sólo monopolizar el negocio, junto a aquellos que se benfician de sus prácticas.
Su oficio es “transporte de señoritos”: pocos kilómetros diarios a buen precio, de lunes a viernes. Su ausencia de cultura empresarial les lleva a imprudencias por querer competir con flotas estructuradas, rebajando el precio al mínimo para sobrevivir. Luego son víctimas de la morosidad por su nulo pulmón financiero. Quieren ser como los estibadores, pero sus dirigentes son ‘piratas de la rosca’. Juegan a empresarios sin atender a las reglas básicas de la convivencia empresarial. A Llorca deberían bastarle leer un par de sentencias judiciales y las multas de Competencia para examinar el sector. ¿Cómo sentó entre sus superiores su reunión con Fenatport? Ya no es la hora de Fomento, sino de Interior.
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