Opinión  | 

Modelo energético

Alberto Camarero. Profesor Titular de Universidad. Luis A. Branco. Consultor de Transporte

España cuenta con un marco estratégico que debe permitir avanzar en la transición hacia un modelo energético
más eficiente y sostenible

España reducirá el consumo de energía primaria en 2030 hasta los 110 Mtep y para 2050 se prevé un consumo en torno a los 80 Mtep, en un proceso continuo de descarbonización de nuestra economía, según las previsiones de la “Estrategia de descarbonización a largo plazo”.

España tiene una gran dependencia energética del exterior: el 91,5% de la energía primaria consumida es importada. Además, el 89,3% se transforma mediante generación eléctrica y refino de petróleo y uranio, el 61,3% se consume internamente y el 12,5% se exporta.

El sector transporte ha consumido 37,83 Mtep en 2019, lo que corresponde a una participación del 43,9% del total de la energía final para usos energéticos. De ese valor, 28,98 Mtep son consumidos por la carretera, y en este subsector 27,16 Mtep (93,7%) provienen de productos petrolíferos, donde el gasóleo participa con 21,66 Mtep y la gasolina con 5,41 Mtep. Por lo que respecta a la generación eléctrica, en el periodo 2010-2019 se ha producido una reducción en el reparto de los combustibles fósiles y de la energía hidráulica y un aumento en la solar y en la eólica. La potencia instalada del sistema de energía eléctrica español se situaba, a finales de 2019, en 110.376 MW, correspondiendo a energías renovables el 50,1%.

Nuestro mercado eléctrico fue creado en condiciones de exposición excesiva a la especulación de los mercados internacionales por la escasez del suministro de los productos energéticos dominantes y contaminantes, como el crudo y gas natural. Además, España se ha visto afectada por la incapacidad de la UE en obtener acuerdos estables multilaterales y globales para el suministro de aquellos productos energéticos.

Por lo que respecta Europa, su evolución en los últimos 10 años en el consumo de energía final por productos registra un relativo aumento de la eficiencia energética, y una reducción del consumo de energía final. En este periodo, Europa ha mantenido una mayoritaria participación de más del 70% de combustibles fósiles contaminantes en el mix energético, tendencia que persiste y que significa una preocupante dependencia energética.

En cuanto a la producción de energía eléctrica ha disminuido un 4,4% entre 2010 y 2019, lo que supone una significativa alteración en el mix eléctrico. Se ha producido un descenso del 9% en los productos petrolíferos llegando al 46% de participación, una reducción del 2% en energía nuclear, con un 25% de participación y un crecimiento de 3% de la solar con un 4% de participación y 7% de la eólica con una participación de 13%. Este aumento de las renovables representa un 2,3% en el consumo energético final.

Por lo que respecta a los precios de la electricidad dependen de los precios de los productos energéticos, del precio del CO2 y de los costes de inversión y de producción de las distintas tecnologías de las plantas de generación. Los productores van situándose en distintas zonas de la curva de la oferta y es el mercado el que regula la entrada o salida de generadores eléctricos en función de la demanda. El mismo mercado regula la participación de las distintas tecnologías. La pregunta que se nos plantea es por qué tenemos unos precios tan elevados de la energía. Ello depende de la evolución del precio de los productos energéticos adquiridos en los mercados internacionales, que explica parte de la actual escalada de precios internos, tanto de los combustibles como de la electricidad.

Respecto al régimen de comercio de derechos de emisión de los sectores no difusos (ETS) de la UE, se ha recuperado a partir del año 2018, asistiendo actualmente a una subida inusitada de precio del CO2 que afecta el coste de los productos energéticos, alcanzando valores superiores a 50 euros/tm, lo que supone el doble del valor medio registrado el año pasado.

El World Energy Outlook asume que tanto las medidas actuales como las anunciadas no serán suficientes para lograr invertir la tendencia de crecimiento de las emisiones a las que nos estamos exponiendo a nivel global, ya que desde 2017 las emisiones han vuelto a crecer a un ritmo de 1,6%. Además, los hidrocarburos seguirán siendo una parte fundamental de la demanda energética en 2040, suponiendo un 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector energético.

En el ámbito europeo todavía no son visibles los resultados de las medidas que se vienen implementando, pese a los logros de la mayor participación de las energías renovables en la generación eléctrica. Europa seguirá demandando productos energéticos en un mercado en alza y las emisiones no podrán reducirse como se esperaba, a pesar de los esfuerzos y compromisos.

España cuenta con un marco estratégico que debe permitir avanzar en la transición hacia un modelo energético más eficiente y sostenible, pero para que ello sea posible es imprescindible traducir esta estrategia en medidas concretas que trasladen las señales correctas de actuación a inversores, operadores y consumidores. Y aunque nos pese, aún no se han producido grandes novedades.