tribuna libre  | 

Para entendernos todos

Marcos Basante

Por no encarar de frente la realidad, nos vemos sometidos a un dislate que amenaza objetivamente la estructura política, social y económica de la Unión Europea tal como fue concebida. La aplicación de impuestos especiales -uno sobre otroestá ahogando a las empresas del sector que mantiene la constantes vitales de Europa

Hablar de un otoño caliente en pleno verano puede sonar agorero y, en el fondo, realizo esta reflexión desde una posición totalmente constructiva. Sin embargo, la vida me ha enseñado que no llamar a las cosas por su nombre, además de una pérdida de tiempo, es un error que tarde o temprano te acaba alcanzando. Así que, con todo el positivismo del mundo, creo que nos acercamos a un otoño caliente. Mi creencia se basa en datos objetivos, como el anuncio de la huelga de transporte realizada por el sector en Francia, y en percepciones más subjetivas, como el hartazgo que se experimenta en torno a la creciente y discriminatoria fiscalidad indirecta que soportamos. Los impuestos indirectos al transporte por carretera se han convertido en una herramienta de recaudación sistemática y agradecida.

Para nuestra desgracia, somos un sector responsable y respetuoso en el pago de nuestros impuestos. Y digo para nuestra desgracia, porque con todo lo que nos rodea, sinceramente, ya no sé si es para bien o para mal. Soy positivo y quiero pensar que es para bien. Por supuesto. Entre todos, de forma solidaria, construimos la sociedad en la que vivimos y trabajamos. El enunciado es fantástico, pero en la realidad hay que añadir aquello de unos más que otros. Siempre. Y con el transporte por carretera, sin duda. A nuestro sector le ha tocado vivir la cara oculta del sueño de la intermodalidad.

La logística del siglo XXI -fuera de toda duda- tiene su particular penitencia con el transporte por carretera. Simplemente parece que no nos ajustamos al modelo ideal que algunos quieren vender. Nosotros, que no tenemos nada contra el ferrocarril, ni contra el trasporte marítimo o el aéreo, parecemos concentrar todas las culpas que cargan a nuestra sociedad. Contaminamos, provocamos problemas de tráfico rodado, siniestros varios… también vertebramos a la sociedad. A la sociedad real, la de aquí y la de ahora, pero eso mejor lo dejamos de lado. Entiendo que enfrentarse a las cifras da vértigo.

El 95 por ciento del valor de las mercancías que se mueven a diario en Europa se gestiona a través del transporte por carretera. El 95 por ciento. ¿Alguien puede imaginar el impacto del cese de ese flujo? Creo que no. Es excesivo. Por eso mejor, ni lo pensamos. Ahí está el problema de no llamar a las cosas por su nombre. Por no encarar de frente la realidad, nos vemos sometidos a un dislate que amenaza objetivamente la estructura política, social y económica de la UE tal como fue concebida. La aplicación de impuestos especiales -uno sobre otro- está ahogando a las empresas del sector que mantiene la constantes vitales de Europa. De toda Europa.

No es un problema de Estados por mucho que se apliquen todos y cada uno de los miembros de la UE. La fiscalidad indirecta que se está anunciando en las últimas semanas en Reino Unido, Francia, Alemania… está contribuyendo a la creación de un clima que debiera preocuparnos a todos. Para entendernos, las nubes que se avecinan por detrás de este frente fiscal nos afectan a todos. A la sociedad, en su conjunto, sin duda. Y a nosotros, al sector del transporte por carretera, en especial, también. Y nos afecta de manera indiscriminada, sin atender a nacionalidades ni a siglas.

Hoy, cuando apelo a la necesidad de sumar esfuerzos para buscar un punto de sentido común en esta fiscalidad que amenaza con colapsarnos, no hablo como presidente de una asociación, hablo como empresario de transporte, como ciudadano, como persona. Porque todos y cada uno de estos perímetros que definen mi ser están en riesgo a día de hoy. La batalla por un futuro mejor no cesa nunca, pero se gana o se pierde en el presente, sacrificando visiones parciales y anteponiendo un bien común objetivo a las pequeñas luchas que, lejos de definirnos, cargan las tintas sobre la leyenda negra de nuestra actividad.

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