Ya no es noticia que nos enfrentamos a un período de profunda y larga recesión. Los indicadores están ahí. Y los políticos ni pueden perder el tiempo en especulaciones optimistas ni en manipulaciones interesadas.
Sería de esperar que, aunque tarde, el Gobierno reaccionase adoptando las reformas de calado que necesita la economía para salir reforzada de esta crisis. Los gurús vienen insistiendo una y otra vez que España no puede basar su modelo de crecimiento en la construcción, que acapara un 16% del PIB, frente a otros países europeos, como Alemania, Francia o Reino Unido, donde este sector no pasa del 9%.
Está claro que si España no quiere quedarse en el vagón de cola, el Gobierno tiene que adoptar reformas urgentes. Y uno de los sectores a los que tiene que meter mano es al transporte de mercancías, que está huérfano de planificación. La economía nacional necesita de un plan para el transporte de carga si quiere ser más competitiva, más productiva y hacerse un hueco en los mercados exteriores.
Lo que no necesita es que el presidente Zapatero salte a la arena pública para anunciar que el Gobierno destinará 11.000 millones de euros en obra pública, muchos para infraestructura de transporte, porque eso es pan para hoy y hambre para mañana. Hay que ponerle el cascabel al gato.
Lo demás es puro marketing político para salir al paso de la que está cayendo. ¿Para cuándo una reconversión seria del transporte por carretera? ¿Para cuándo un modelo logístico y de transporte? Ya sea el alemán o el inglés. ¿Para cuándo un programa para el ferrocarril de carga que nos conecte con el interior de Europa?
¿Para cuándo una red logística nacional y no que cada Comunidad Autónoma vaya haciendo la guerra por su cuenta? ¿Para cuándo una progresiva liberalización de la estiba que abarate y agilice la estadía de la carga en los puertos? Mucho nos tememos que para nunca. ¿Será otra oportunidad perdida que pagará la competitividad del país?
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