Que los lectores me perdonen, hoy no va de transporte…
A principios del siglo XX, Miguel de Unamuno se enzarzó en una disputa dialéctica con José Ortega y Gasset que duró seis años y que casi termina a guantazos. Todo respondía a una crisis de identidad, en la que chocaban la depresión de la generación del 98 (Unamuno), y el ansia de modernización de los nuevos pensadores (Ortega). Uno quería españolizar Europa, y el otro europeizar España… Ciento veinte años después, nos hemos quedado con una frase del bilbaíno: “Que inventen ellos”.
Hoy nadamos en un mar de dudas que me recuerda a aquella crisis, y en la que truenan las mismas tempestades de Unamuno Vs. Ortega (aunque al nivel dialéctico ni nos acercamos). En la superficie, los terrestres solo percibimos la contaminación; la inmigración; las pensiones… Ellos, los extraterrestres, Unamuno y Ortega, deshacían las capas de la cebolla y llegaban al centro. Todo es una crisis de identidad.
Los americanos miran con envidia a China, porque construyen infraestructuras gigantescas en dos días, porque su tecnología ya les supera… Pero no se dan cuenta de que, en realidad, sufren una crisis de identidad. Llevan décadas inventando el futuro, y ahora el futuro se inventa en otro sitio. Resultado, la reacción trumpista.
Los europeos también miramos a China. Inventamos el estado del bienestar, y estos trabajan en 996 (de 9 a 9 y 6 días a la semana). Resultado, crisis de ombliguismo y la idea, discutible, de que somos el último reducto de la auténtica democracia.
Mientras tanto, la vida avanza, como en Jurassic Park. Uno espera, desespera y, cuando se va a dormir, aprieta los ojos y reza para que al despertar todo haya cambiado. Y entonces, “…el dinosaurio aún estaba allí”.
Unamuno y Ortega casi se pegan, pero resulta que ambos miraban hacia el mismo sitio. La respuesta la tenía_Don Quijote: el conflicto entre fantasía y realidad revela la injusticia.
Lo dicho, mil perdones.
Javier Miranda Descalzo
javier.miranda@grupoxxi.com