El sector tiene nuevo ministro de Fomento, José Blanco, y nueva secretaria de Transportes, Concepción Gutiérrez. De partida, antes de entrar a valorar el perfil y el currículum de quienes van a tener en sus manos el futuro inmediato del sector, la crisis de Gobierno pergueñada por Zapatero es una buena noticia. La historia de Fomento en los últimos cinco años, con Magdalena Álvarez al frente, ha sido algo peor que un fracaso.
En su segunda legislatura, sin haberse cumplido un año de las últimas elecciones, Álvarez y su equipo daban la impresión de estar quemados y superados por los acontecimientos. Desde este punto de vista, el cambio en Fomento es bueno para el siempre olvidado sector del transporte y la logística porque abre unas expectativas (que nunca se cumplen) y da pie a la esperanza de que alguien se tome en serio este negociado.
Ahora bien, aunque es de obligado cumplimiento dar los 100 días de gracia a los nuevos inquilinos de Fomento, llama sorprendentemente la atención que Blanco no haya dejado manos libres a Gutiérrez para elegir a los directores generales y presidentes de los entes públicos que la acompañarán al frente de la Secretaría de Transportes.
Todo parece indicar que el nuevo ministro pretende controlar y dinamizar las inversiones en infraestructuras colocando a personas de su absoluta confianza en Puertos del Estado, Aena, Adif o Renfe, que son los organismos encargados de su ejecución. Hará uso de su ascendencia en el partido frente a otros ministros para ganar presupuestos en infraestructuras bajo la excusa de que esta actuación se compadece bien con los períodos de crisis.
Pero de nada servirá la construcción de nuevas y más infraestructuras, si detrás de su ejecución no hay una visión política que responda a las necesidades del sector, en particular, y de la economía española, en general. Si política sectorial e infraestructuras no van de la mano volveremos a escribir la historia de algo peor que un fracaso.
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