Sin Rodeos  | 

La España vacía

La población se concentra en ciudades de tamaño medio-grande, tendencia que se va a agravar en el futuro

Una de las consecuencias de una economía que sanciona y selecciona, y usa las grandes crisis para hacerlo, es la ampliación de las diferencias entre regiones dentro de un mismo país y entre naciones dentro de la UE, con los países mediterráneos como ejemplo más evidente como perdedores, distancias que se van volviendo más grandes conforme pasa el tiempo hasta el punto de amenazar con volverse irreversibles.

Dentro de España se está repitiendo esa tendencia. Vamos camino de concentrar la población en ciudades de tamaño medio-grande como resultado de una evolución económica que hará que el Sector Servicios suponga el 80 por ciento del PIB. Sólo en los núcleos urbanos hay perspectivas de empleo, terciario naturalmente, algo muy relacionado con el peso preponderante de la Administración, que no sólo no corrige el proceso sino que lo agrava. Un Estado, que siempre consideró el equilibrio regional como una de sus prioridades pero es uniformador en materia fiscal, exige que Soria, por poner un ejemplo extremo, tenga el mismo impuesto de sociedades que Madrid. Lo mismo está sucediendo en el ámbito autonómico. Simplificando muy poco, el crecimiento se está concentrando en Madrid, País Vasco y Navarra, y el eje del Ebro con Cataluña, tendencia que se va a agravar en el futuro, porque la economía se ha vuelto extraordinariamente selectiva, lo que beneficia a aquellos territorios que cuentan con capacidad para la innovación, centros de formación prestigiosos y una sociedad que fomenta el emprendizaje y la iniciativa, algo que no abunda en ningún sitio pero ha desaparecido casi del todo en muchas Comunidades Autónomas.

No hace falta decir que el Estado Español no sólo no hace nada para corregir esta tendencia, sino que practica lo contrario. Madrid ha concentrado casi todo el potencial de futuro y la mayoría de las inversiones exteriores. Una consecuencia curiosa, y que nunca pudimos prever, es que dentro de las Comunidades Autónomas funcionaría el mismo reflejo condicionado: el desarrollo de Aragón se concentra en Zaragoza, el de Castilla en Valladolid, el de Andalucía en Sevilla, etc. Bienaventuradas serán esas autonomías porque en ellas se reproducirán los mismos defectos del centralismo que tanto hemos detestado.