Si varios países ya han abierto sus carreteras a vehículos de mayor capacidad, ¿qué impide una armonización?
La UE sigue empecinada en su cruzada contra el cambio climático. Ha fijado objetivos muy ambiciosos para alcanzar las cero emisiones, exige a las industrias transformaciones profundas y presiona al transporte por carretera para acelerar su transición hacia vehículos limpios. Sin embargo, cuando tiene en su mano una medida inmediata y de impacto probado, los Estados miembros la mantienen bloqueada en un callejón burocrático. La revisión de la Directiva sobre pesos y dimensiones de vehículos pesados es una de esas decisiones que, sin grandes discursos ni promesas futuras, podría recortar de un plumazo hasta un tercio de las emisiones de CO2, aliviar la congestión y reducir los costes logísticos. Una oportunidad difícil de discutir en tiempos de transición verde. Y, sin embargo, el acuerdo se demora en el tiempo.
La contradicción es evidente. Muchos países europeos permiten ya la circulación de vehículos de 44 toneladas, así como de duotrailers y megacamiones en sus carreteras nacionales. España acaba de sumarse a esta tendencia. Pero cuando se trata de autorizar el tránsito transfronterizo, el debate se enreda. El resultado es que la medida pierde gran parte de su potencial: la logística europea no entiende de fronteras, y lo que se gana dentro de cada país se diluye en los pasos de aduana internos de la UE. El argumento de que las infraestructuras no están preparadas tampoco resulta convincente. Si varios países ya han abierto sus carreteras a vehículos de mayor capacidad, ¿qué impide una armonización? La realidad es que lo que pesa no son los puentes ni el asfalto, sino los diferentes intereses en juego.
La Presidencia danesa de la UE ha manifestado su intención de alcanzar un acuerdo antes de final de año. Pero el tiempo corre. No se puede reclamar sacrificios a transportistas y cargadores mientras se bloquean medidas que aportarían beneficios inmediatos, tanto medioambientales como económicos. Si Europa quiere ser coherente con su propia hoja de ruta climática, debe dejar de frenar su transición. Urge un marco armonizado que permita a la logística europea operar con eficiencia, competitividad y sostenibilidad. De lo contrario, los objetivos de descarbonización seguirán siendo poco más que una declaración de intenciones.