Pequeño Hermano  | 

‘Pax in portibus’

“Siempre que se hace una historia, se habla de un viejo, de un niño o de sí… Pero mi historia es difícil. No voy a hablarles de un hombre común…”

Se ha convertido en costumbre que me pegue cuatro gritos en público. Está enfadado porque entiende que tenemos un interés oculto, que no somos objetivos, que no somos serios. No puedo admitirlo. No tiene razón.

Es un hombre apasionado, de arraigo catalán, pero de profundas raíces vascas que brotan de la tierra cuando canta un zortziko, una habanera… Las he cantado junto a él, muy lejos. Porque le gusta cantar, salpico la columna con espuma musical.

Por tres décadas ha parlamentado en los muelles, con la palabra “paz” escrita en un trozo de papel. Hercúlea tarea, cuando en los puertos el salitre aún no ha desteñido las pinturas de guerra, “estiba o muerte”. Él, y otros con él, han evitado hemorragias que desangraron a Marsella, Le Havre, Dunkerque, Amberes. “Cuando el barco se va, no vuelve”, me susurraba otro tocayo en el Estrecho. Es la paz. ¿No se construye el imperio de la ley para la paz?

Un gigante que bajó de la sierra de Oaxaca esculpió en piedra tezontle que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. La enésima sentencia, cuya crónica le ha enojado, recorta artículos, destila y refina jurídicamente la voluntad de las partes. Porque las partes pueden negociar lo que quieran, siempre que no sea ilegal. Porque la ley es el catalizador de la voluntad de las partes.

Yo, que quiero ser bueno y me quedo en ingenuo, le hablo de divorcio de noticia y opinión; de compromiso con la verdad; de 33 años corriendo con la lengua fuera para no arrastrarnos a recoger notas tiradas por el suelo. Es nuestro mantra. Releo el texto y veo hechos, fuentes, contraste, declaraciones de ambos bandos. Hicimos los deberes, tocayo. “Yo vine para preguntar, flor y reflujo…”

A punto de estrellarme contra el suelo de la columna, vuelvo al hombre que no es común. No pidió cargar con ese cañón de futuro. De sus errores y aciertos, de esa lucha de grúas gigantes, tornó el aire en gas natural. Fue de puerto en puerto, “y al fin bajó hacia la guerra. ¡Perdón! quise decir a la tierra…”

Javier Miranda Descalzo

javier.miranda@grupoxxi.com