Cada ejercicio que pasa sin tomar decisiones estructurales hunde un poco más a la compañía y erosiona la confianza de que pueda convertirse en un actor competitivo dentro del transporte ferroviario de mercancías.
Renfe Mercancías lleva más de una década demostrando que su modelo de gestión está agotado. La filial de carga de Renfe cerró 2024 con unas pérdidas de 32,2 millones de euros, un nuevo capítulo en la larga lista de resultados negativos que ya superan los 465 millones desde 2013. La pública ha puesto en valor que esta cifra supone una mejora respecto a 2023, con una disminución de las pérdidas cercana al 11 por ciento. Pero la lectura es tan cruda como inapelable: sigue perdiendo dinero. Y lo que es peor, parece que se ha normalizado esa deriva, celebrando que la hemorragia se haga más lenta, en lugar de aspirar a curar la herida.
El problema no es coyuntural ni atribuible solo a un mal año. La tendencia lleva tiempo consolidada, y en 2024 se ha vuelto a confirmar: el tráfico de mercancías de la pública continúa en caída libre, con un recorte del 11 por ciento en toneladas-kilómetro. Cada ejercicio que pasa sin tomar decisiones estructurales hunde un poco más a la compañía y erosiona la confianza de que pueda convertirse en un actor competitivo dentro del transporte ferroviario de mercancías.
¿Hay salida? Sobre la mesa sigue la única opción creíble: un acuerdo con un socio industrial que aporte músculo, eficiencia y capacidad de gestión. En septiembre de 2023, Renfe Mercancías anunció la selección de Medlog, operador logístico de la naviera MSC y propietaria de la ferroviaria Medway, como candidato para integrarse en un proyecto conjunto. No obstante, casi dos años después, las negociaciones siguen sin cerrarse, en una interminable carrera de obstáculos que no hace más que prolongar la agonía. Esta operación es, literalmente, el último tren para la filial de Renfe. La creación de una empresa conjunta con Medlog podría suponer un antes y un después, siempre que se deje atrás la lógica de la empresa pública tradicional y se abrace una gestión profesionalizada y competitiva, capaz de revertir la tendencia y captar mercado en un entorno dominado por la carretera y operadores privados más dinámicos. Renfe Mercancías necesita darse la vuelta como un calcetín. Ya no basta con pequeños ajustes ni maquillajes contables: hace falta un giro radical que solo será posible si se asume, de verdad, que la situación actual es insostenible.