Editorial  | 

Una estrategia para navegar el futuro

España ya tiene una brújula marítima, pero solo será útil si pasa de las letras, y de las palabras, a los hechos.

Tras una larga espera, el Ejecutivo de Sánchez ha aprobado la Estrategia Marítima de España 2025-2050, una hoja de ruta que pretende modernizar el sector y prepararlo para afrontar sus principales desafíos. Se trata de una iniciativa ambiciosa, fruto del trabajo coordinado de once ministerios, y en diálogo con los actores, que reconoce, por fin, al transporte marítimo como pilar estratégico de la economía nacional. No en vano, el 66,8 por ciento de las exportaciones y el 70,5 por ciento de las importaciones del país se realizan por vía marítima. Por eso, la Estrategia es bienvenida. Eso sí, como advierten desde la patronales del sector: no puede quedarse en un documento de intenciones. En un momento en que el Gobierno navega en aguas turbulentas por otros frentes, no estaría de más que esta estrategia no quede varada en el olvido y cuente con el impulso político y presupuestario que merece.

El texto plantea siete objetivos y ejes de acción: descarbonización, innovación, competitividad de la flota, fortalecimiento del empleo, sistema portuario sostenible, náutica de recreo y una administración más ágil. Todo bien planteado. Sin embargo, lo que el sector reclama no es tanto el qué, sino el cómo y el cuándo. Porque convertir esta Estrategia en una verdadera política marítima exige algo más que voluntad: requiere presupuesto, calendario y liderazgo. La modernización de la flota, los corredores marítimos verdes o los planes de ayudas anunciados necesitan dotación real. Y no se puede olvidar un punto especialmente sensible: el Registro Especial de Canarias, cuya falta de competitividad está provocando una fuga silenciosa de pabellones hacia otros registros europeos. Si se quiere atraer y mantener flota de bandera española, no bastará con actualizar normas, habrá que actuar con decisión.

En definitiva, España ya tiene una brújula marítima, pero solo será útil si pasa de las letras, y de las palabras, a los hechos. Si la Estrategia Marítima no se acompaña de medidas concretas, inversiones tangibles y voluntad política, se corre el riesgo de que esta oportunidad histórica acabe encallando en el mar de la burocracia.