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Cargolvido

El eterno debate de las infraestructuras y su gestión deja en un segundo plano a la carga; un lugar que no ha dejado de existir: el país del Cargolvido


Érase una vez un lugar que no conseguía erradicar la cargofobia. La carga, una especie muy común sin peligro de extinción, no conseguía que nadie la amara ni la cuidara, y como proliferaba por doquier, buscaba y buscaba mentores y protectores, pero no encontraba a nadie que creyera en su poder (suministrar riqueza y crecimiento por allí donde pasaba), para mimarla, ayudarla y potenciar la fluidez en su camino al destino final.

La carga, que estaba traumatizada por su reciente y extraña experiencia con el transporte marítimo, probó suerte con el transporte ferroviario para intentar mejorar su fluidez y tránsito a domicilio, y se encontró con un nuevo y extraño escenario: en este dominio no existía la cargofobia.

¡La felicidad le embargó los sentidos al ver que existían vagones y vías de tren! Pero no conseguía comprender el motivo por el cual los trenes pasaban de largo y no le dedicaban atención alguna.

Observó que éstos partían de un no-lugar hacia otro no-lugar, muy lejos de donde ella se ubicaba y estaba cómoda, y que cuando conseguía subir a algún convoy después de mucho esfuerzo, éste era monótono, sin paradas intermedias, con sólo una tipología de carga que era abandonada en zonas saturadas, sin seguridad, ni conexión, ni protección, donde podía ser robada, atacada o simplemente lo peor: Olvidada y despojada de derechos para ser ignorada para siempre jamás.

Vio que, extrañamente, se daba más importancia al eterno debate de las infraestructuras y su gestión sin que le preguntaran qué era lo ella necesitaba, sin que recibiera ofertas, ni compromisos, ni integración con otros medios de transporte, ni fiabilidad, ni KPIs, era simplemente lo peor: el olvido.

Este lugar no ha dejado de existir, se llama el país del Cargolvido.

Jordi Espín

jespin@transprime.es