Editorial  | 

El complicado puzle del reparto urbano

Urge crear espacios de diálogo continuado, donde participen grandes cadenas, pequeños transportistas, fabricantes, administraciones y ciudadanos, con estrategias alineadas.

Hace tiempo que el reparto de última milla dejó de ser un asunto invisible para convertirse en un pilar estratégico de la movilidad y el comercio en las ciudades. El auge del comercio electrónico, la presión de la transición energética para cumplir la exigente agenda verde de Bruselas y la transformación del espacio urbano han puesto sobre la mesa una urgencia compartida: dotar al sector de seguridad jurídica y coherencia normativa. Así se puso de manifiesto en el ‘Congreso Smart Distribution’, organizado recientemente por Aecoc en Madrid.

Más del 90 por ciento de las empresas dedicadas a la distribución urbana son pymes o autónomos. Para ellos, el mayor reto no es logístico, sino regulatorio: navegar entre normas cambiantes, desconectadas e incluso contradictorias. Cada ciudad impone sus propias reglas: horarios distintos para realizar las labores de carga y descarga, criterios dispares para acceder a zonas de bajas emisiones…

Este desorden no solo genera incertidumbre. También frena la inversión en tecnologías limpias y modelos logísticos innovadores.
No se trata de homogeneizar todas las ciudades, ya que cada una tiene sus propias particularidades, pero sí de construir marcos de referencia comunes. Reclamar estabilidad normativa no es un capricho empresarial ni un freno a la sostenibilidad: es la única forma de que las empresas puedan proyectarse en el tiempo, invertir con garantías y adaptarse a los nuevos retos ambientales con solidez.

Y en este escenario, la colaboración público-privada es imprescindible. Muchos ayuntamientos carecen de recursos o conocimiento técnico para diseñar soluciones eficaces por sí solos. Por eso urge crear espacios de diálogo continuado, donde participen grandes cadenas, pequeños transportistas, fabricantes, administraciones y ciudadanos, con estrategias alineadas.

La distribución urbana de mercancías, al calor del ecommerce, no va a dejar de crecer. Las ciudades seguirán expandiéndose, y la demanda de entregas rápidas no va a desaparecer. Pero si el objetivo es que todo eso sea compatible con la descarbonización, la calidad del aire y la convivencia ciudadana es necesario empezar por el principio: sin reglas claras, no hay logística urbana sostenible… ni posible.