reportaje  | 

El Sistema Cooperativo en El Sector del Transporte por Carretera

Las cooperativas, en el ojo del huracán


Empresarios alertan de que “algunos flotistas están utilizando esta figura para convertir a sus chóferes en conductores autónomos”, lo que supone una “grave distorsión de la competencia”.

El ‘caso Llácer y Navarro’, grupo valenciano en concurso voluntario de acreedores tras la sanción de casi 7 millones de Trabajo por utilizar ‘falsos autónomos’ para la realización de servicios de transporte, ha vuelto a poner a las cooperativas en el punto de mira de la inspección. Y es que esta figura jurídica, que se ha demostrado válida para reducir la excesiva atomización del sector (ver gráficos adjuntos), está de nuevo en el ojo del huracán como consecuencia de “usos indebidos por parte de algunas empresas, que aprovechan las cooperativas para convertir a sus chóferes en conductores autónomos, con el consiguiente ahorro de costes”.

Así de contundentes se mostraron empresarios del sector consultados por este periódico, que reclaman un mayor control para erradicar estas “prácticas irregulares”, que “suponen un enorme fraude laboral, social y fiscal” y provocan una “grave distorsión de la competencia”. Eso sí, los mismos interlocutores quisieron dejar claro que “no se trata de demonizar a las cooperativas, una fórmula eficaz para la concentración de pequeños transportistas, aprovechando sus ventajas competitivas, sino su uso fraudulento”. La detección de las denominadas ‘falsas cooperativas’, sin embargo, no es tarea fácil, pese a que en los últimos años se ha reforzado la labor de inspección ante el boom cooperativo en el sector.

La diversas leyes autonómicas, que recogen hasta tres modelos diferentes de organización, con especificidades particulares en algunas regiones, complican el panorama y animan a las empresas a buscar recovecos para hacer rentable su negocio. Las cooperativas más comunes son las de transportistas y de trabajo asociado. En el primer caso, los socios son titulares de sus vehículos, con sus correspondientes autorizaciones administrativas. Desde el punto de vista fiscal, el socio puede acogerse al sistema de tributación por módulos, más ventajoso que la estimación directa, ya que establece unas magnitudes fijas para determinar el rendimiento neto de la actividad en función del personal empleado y de la carga útil de los vehículos.

La cooperativa, que funciona como una agencia de transportes, factura al cliente y el transportista a la sociedad. Las cooperativas de trabajo asociado, por su parte, actúan como una empresa de transporte. Ostenta la titularidad de los vehículos y de las autorizaciones. Los socios se limitan a ser conductores. Pueden estar en el régimen de autónomos, pero son asalariados de la cooperativa y no pueden acogerse al sistema de tributación por módulos.

COOPERATIVAS MIXTAS
Y, por último, en algunas comunidades autónomas, caso de Valencia, también entra en escena la cooperativa mixta de transporte. Una especie de cajón de sastre que, no sólo integra a los socios de los dos modelos anteriormente citados, sino que también da cabida a transportistas con un vehículo, bien en propiedad o alquiler, pero sin autorización. Estos trabajadores, que únicamente disponen de los medios materiales para el desarrollo de su actividad, pueden darse de alta en el Impuesto de Actividades Económicas y acogerse al sistema de módulos.

La situación chirría por muchos sitios, pero, independientemente del modelo, el problema es que “algunas cooperativas han sido fomentadas en la sombra por grandes empresas para derivar a las mismas trabajadores que tenían en plantilla”, según denuncian fuentes del sector. “Una práctica cada vez más extendida”, añaden, que “distorsiona la competencia” al facilitar que “personas que deberían ser conductores asalariados trabajen en las mismas condiciones que un transportista profesional, pero sin cumplir sus obligaciones -título de capacitación, capacidad financiera, honorabilidad, disponibilidad de tres vehículos con antigüedad inferior a dos años y 60 toneladas de carga útil-”.

Los mismos interlocutores advierten, en este sentido, que, “algunos de estos trabajadores, muchos de ellos extranjeros, han llegado a usar hasta el vehículo de la empresa a la que acababan dando servicio”. Un claro ejemplo de ‘falsos autónomos’, que “atenta contra el espíritu de las cooperativas”, donde “el socio goza de autonomía para organizar su trabajo”, concluyen.

PUNTO DE VISTA

El caso particular de Valencia

Antoni López Antoni , secretario general de Atfrie

La cooperativa debe ser una entidad independiente, con organización empresarial propia y efectiva (no sean cooperativas gestoría), y con una estructura de aprovisionamientos y de ventas que no la haga depender exclusivamente de la misma persona (cooperativas instrumento).

La cooperativa valenciana de transportes se ha convertido en objeto de todo tipo de conjeturas. ¿Es legal o supone un fraude de ley? ¿Son cooperativas gestoría? ¿Instrumento? La respuesta es muy fácil. Son legales, son gestoría y son instrumento, igual que cualquier otro tipo de sociedad, según decidan las personas que se encuentran detrás del proyecto. Las cooperativas, como cualquier otro tipo de sociedad, son un conjunto de personas que deciden poner bienes y trabajo al servicio de un proyecto empresarial común. Lo que las diferencia de los demás tipos de sociedad es que el capital no es determinante en su funcionamiento, sino las personas y su voluntad. Todos son iguales, o al menos, eso se pretende. A partir de ese denominador común, las cooperativas de transporte pueden encarnarse en distintas formas.

Está la cooperativa de trabajo asociado, la más común. Los socios disponen de su trabajo y todos los medios materiales estarán en manos de la cooperativa. También están las cooperativas de transportistas. En ellas, los socios habilitados administrativamente para el transporte (autónomos o sociedades con tarjeta) se unen para comercializar sus servicios u obtener ventajas al agrupar las compras. En casi toda España, el cuento acaba aquí. Pero en la Comunidad Valenciana, la historia continua, ya que goza de un tercer régimen: la cooperativa mixta de transportes, que se define como aquella que agrupa a socios de trabajo, a socios transportistas o a socios que, disponiendo de un vehículo, no cumplen los requisitos para obtener por sí solos la autorización administrativa de transportes y la obtienen a través de la cooperativa.

El por qué de esta particularidad es una historia muy larga que excede de las pretensiones de este artículo. Sólo decir que dicha configuración ha contribuido a multiplicar un modelo de cooperativa que teleológicamente es una cooperativa de transportistas, pero estructuralmente es una cooperativa de trabajo asociado, lo que plantea numerosos problemas de interpretación de la verdadera naturaleza del socio y, por ende, lo convierte en víctima de los recelos de las autoridades. Por un lado, tenemos el conflicto de la facturación del socio a la cooperativa, repercutiendo IVA y tributando por módulos.

Aquí la Agencia Tributaria, hace escaso tiempo, estuvo dispuesta a intervenir, basándose en la supuesta imposibilidad legal de repercutir IVA prevista en el artículo 7.2 de la Ley del IVA. Una intervención de ese calibre, exigiendo 5 años de IVA soportado a las cooperativas, deducido fraudulentamente, hubiera dado al traste con muchos proyectos. Pero esta intervención anunciada nunca llegó a materializarse. Al menos en una campaña generalizada. Y hubiese sido, de haberse hecho, una cuestión discutible. Las operaciones que el citado artículo declara como no sujetas al impuesto son las prestaciones de servicios por los socios trabajadores o socios de trabajo a sus cooperativas.

¿Pero, en una cooperativa mixta de transportes, aquellos que aportan un vehículo, además de su trabajo, que explotan como una unidad productiva, según sus propios medios, careciendo únicamente de tarjeta de transportes propia, son socios trabajadores? Yo diría que no. No son tampoco socios de servicio, como aquellos que cuentan con su propia autorización de transportes, pero aspiran a ello, con lo que su clasificación societaria debe ser, forzosamente, diferenciada de los socios trabajadores y, en conse- Antoni López cuencia, se les debe excluir de la literalidad del artículo 7.2 de la Ley de IVA.

Por otro lado, la Inspección de Trabajo también ha dado pasos frente a proyectos cooperativos. Uno muy reciente ha obligado a una empresas que trabajaba con una cooperativa a abonar la diferencia entre la cotización de algunos socios cooperativistas por el Régimen Especial de Trabajadores Autónomos y la correspondiente al Régimen General de la Seguridad Social, al entender que esos socios no operaban verdaderamente por cuenta propia, sino que trabajaban por cuenta ajena para el empresario sancionado. Desconozco este caso en profundidad, por lo que hablo de él formulando meras hipótesis.

Al parecer, la brutal intervención de Trabajo no respondía a criterios interpretativos sobre la naturaleza del socio, sino interpretativos de su ajeneidad. ¿Dónde trazamos la línea? La cuestión parece que se ha resuelto por la vía de cómo dispone el socio de los medios materiales para desarrollar su condición empresarial, quién le provee de tales medios y si dicha provisión de medios puede condicionar la capacidad de decisión de los socios cooperativistas. Llegados a este punto, volvemos a las cooperativas gestoría y a las cooperativas instrumento.

Lo esencial para evitar sobresaltos con las inspecciones públicas pasa porque la cooperativa sea realmente una entidad independiente, con organización empresarial propia y efectiva (no sean cooperativas gestoría) y con una estructura de aprovisionamientos y de ventas que no la haga depender exclusivamente de la misma persona (cooperativas instrumento). Nada más que lo obvio. La cooperativa debe contar con sus propios departamentos contable, de tráfico, etc. Debe adquirir los instrumentos para el desarrollo de su actividad a quien no le facture sus servicios y, el resto, para aquellos que quieran utilizar sus servicios, es dejar que las cosas sigan su orden natural en una relación entre empresarios. Y si se tiene uno que mojar, porque todos sabemos cómo está el autónomo, que lo haga con grandes dosis de imaginación, para que los inspectores no vean la puerta.

 Así opina el sector…

Julio Oslé
Director gral. de Operaciones de Giraud Ibérica

“Siempre se buscan atajos y hay inventos al límite…”

Nosotros trabajamos con cooperativas y autónomos, que tienen que entregar toda la documentación pertinente para garantizar que cumplen la legislación. ¿Cómo se hace en otros sitios? Lo desconozco, pero me hago una idea. En este sector siempre se buscan atajos y hay muchos inventos al límite… El problema es que es muy difícil competir con flota propia. Los convenios, sobre todo en algunas provincias, son muy altos, y hay muchas diferencias para un mercado tan competitivo. Y la dificultad que han tenido las empresas para buscar soluciones más económicas ha llevado, en algunos casos, a tirar de ‘falsas cooperativas’.

Pere Padrosa
Consejero delegado de Transports Padrosa

“La cooperativa no debe ser un elemento distorsionante”

Siempre he apostado por flota propia y conductores asalariados, pero las cooperativas son una excelente figura empresarial. Lo que ocurre es que se están aprovechando resquicios legales, con lo que se convierten, en la práctica, en una cesión de trabajadores. Hay un vacío legal que hay que llenar. Además, tendría que haber una armonización de costes en las empresas para que la utilización de cooperativas no sea un elemento distorsionante y acabar con el sistema de módulos. Los autónomos deberían tributar en función de los beneficios reales, como las empresas. Eso sí, en proporción.

Juan J. Sánchez
Director general de Disfrimur

“El uso de cooperativas es alto en el sector frigorífico”

El grado de utilización de cooperativas para la realización del transporte, en algunos casos de forma fraudulenta, es alto en el sector frigorífico. Nosotros, sin embargo, hemos apostado por la figura de conductores propios y cumpliendo con todo se nos va el 40 por ciento de la facturación en salarios. Pero no todo es malo, hay cosas que funcionan. Hace tiempo decía que a los cargadores que cumplan no les faltaran camiones. Desgraciadamente, lo que está de moda son los tenders, optimizar sin mirar a quién tienes enfrente y el transporte, hoy, es fundamental para la economía española.

Jorge Alonso Bonafont
Presidente de grupo Alonso

“Es necesario promover la concentración empresarial”

Las cooperativas están concebidas para facilitar la agrupación de pequeños transportistas, que trabajen como una empresa. Si fuese así, cogerían peso en el mercado. Hoy no son nada. El actual modelo de empresa debe cambiar. Hay que ir hacia estructuras más grandes. El autónomo distorsiona el mercado, porque lo estamos destrozando y nos estamos equivocando nosotros mismos. Si no existiese esta figura, el precio subiría más rápido, porque morirían todas aquellas empresas que están haciendo dumping. Se tendrían que organizar y ganarían o perderían dinero, pero ya se habría limpiado el mercado.

Juan José Gil
Secretario general técnico de Fenadismer

“Se están utilizando para ceder personal asalariado”

Las cooperativas son una figura muy ventajosa para el sector. Permiten integrar a pequeños transportistas para hacer fuerte su capacidad de comercialización. Sin embargo, está siendo denostada en los últimos tiempos como consecuencia de usos indebidos o incorrectos por parte de algún flotista cuando se utilizan para convertir a los conductores asalariados en autónomos. Para ello, crean una sociedad ficticia, en la que externalizan su personal asalariado, lo que conlleva la aparición de una sumisión personal del conductor, que no tienen los verdaderos transportistas autónomos.

Carlos Virosque
Director general del grupo Virosque

“Los transportistas autónomos son necesarios”

Si logran hacer que el socio sea un puro trabajador, todas las cooperativas desaparecerán. Nosotros tenemos autónomos que trabajan a través de una cooperativa y a algunos ya les hemos pedido que se saquen el título y que dejen la sociedad. Lo ideal sería avanzar hacia un modelo integrado por flotistas y autónomos, pero es muy difícil saber dónde está el equilibrio. El autónomo no es el cáncer, pero tampoco la solución. Los que aún trabajamos en el sector sabemos que son necesarios. Y es que las cotizaciones sociales de conductores propios son una barbaridad, aparte de los tiempos de trabajo, otro gran problema.

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