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Reducir el paro

No tiene sentido intervenir en el mercado laboral sin tener en cuenta que estamos en una economía globalizada

La subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) hasta en un 27 por ciento en el último año y medio, sin atender a criterios de productividad, competitividad o comportamiento del PIB, no es una noticia positiva para la economía, ni siquiera para el mercado de trabajo. Además, llega en un momento muy complicado para las empresas, también para las de logística y transporte.

Dicho todo ello, sin menoscabar el hecho cierto de que en España los salarios son bajos, aunque los costes laborales de las empresas son elevadísimos. Es decir, una cosa es la cantidad que el trabajador se lleva a casa y otra muy diferente es la que tiene que aportar la empresa, a través de impuestos a la contratación.

Los principales sectores productivos estamos en plena transformación digital, por lo que nuestras empresas están llevando a cabo de manera constante elevadas inversiones para aumentar su innovación y no perder competitividad en un mundo cada vez más globalizado. Todos estamos de acuerdo en que hay reducir la insoportable tasa de paro que padecemos casi de forma estructural, pero el incremento del SMI, tal y como se ha producido, genera justamente el efecto contrario. Porque, si bien el Gobierno ha ordenado de forma unilateral el incremento del SMI, no ha reducido ni un solo euro lo que recibe vía impuestos a la contratación.

La incertidumbre política de los últimos meses, y las posteriores medidas anunciadas por el Gobierno enfocadas al incremento de costes en las empresas, están ya generando más preocupación e incertidumbre a la hora de contratar y para confirmar este extremo solo hay que ver los datos del mercado de trabajo. El propio Banco de España avisó en 2016 que un salario mínimo de 950 euros (brutos) en el año 2020 destruiría casi 300.000 empleos.

No tiene sentido intervenir en la regulación del mercado laboral sin tener en cuenta que estamos en una economía globalizada y en pleno cambio tecnológico. Blindar los puestos de trabajo no tiene sentido a estas alturas del siglo XXI, porque la realidad es que hacerlo no genera nuevos puestos, sino que bloquea la creación de empleos e impide entrar en el mercado laboral a aquellos que están en el desempleo.