Construir una cadena eficiente y resiliente requiere visiones compartidas, capacidad de adaptación y, sobre todo, situar a las personas en el centro de la estrategia
En su reciente libro The Good Supply Chain, John Manners-Bell sostiene que la verdadera fortaleza de una cadena de suministro no reside únicamente en la tecnología, la normativa o la infraestructura, sino en la colaboración efectiva entre todos los actores. Según él, construir una cadena eficiente y resiliente requiere visiones compartidas, capacidad de adaptación y, sobre todo, situar a las personas en el centro de la estrategia. Bajo esta premisa, el nuevo curso comienza con una gran noticia que necesita esta filosofía para su implantación efectiva: las 44 toneladas.
He debatido recientemente sobre esta medida con Ricardo Lucientes, consultor y auditor de la Certificación del Cargador Responsable (CCR), un profesional privilegiado que observa la cadena de suministro desde todos sus ángulos, cargador y transportista. De nuestra conversación surgen conclusiones clave que ilustran nuestras primeras impresiones sobre el impacto de esta normativa.
Este cambio constituye un avance decisivo hacia la eficiencia y la competitividad, en un momento en que la logística se enfrenta a retos crecientes: aumento de costes operativos, exigencias de sostenibilidad y presión por optimizar recursos. Su aprobación ha sido posible gracias al largo debate entre transportistas y cargadores, que ha finalizado con la mediación normativa institucional, y que ancla- de manera invisible pero vinculante- el incremento de capacidad con un escenario de mejora compartida del sistema de transporte, que necesita la cooperación para asegurar el reparto de la competitividad económica y operativa entre los distintos actores que la promueven.
Su implantación exige también atender desafíos estratégicos. Uno de los más relevantes es la antigüedad de las flotas: en España, la edad media de los vehículos pesados supera los 13 años, frente a los 8 años de media en Europa. Renovar flotas, especialmente en el transporte nacional, no solo aumenta la seguridad vial, sino que también contribuye a la reducción de emisiones, alineándose con los objetivos de sostenibilidad.
La gestión eficiente de las ITVs resulta igualmente esencial para evitar cuellos de botella que retrasen la adopción de la norma. Asimismo, el cumplimiento de la ley de estiba de mercancías es crítico: la correcta distribución del peso por ejes garantiza seguridad vial y protege infraestructuras, requiriendo protocolos estrictos y formación especializada para conductores y operarios logísticos. En este contexto, la CCR se convierte en un instrumento clave, promoviendo compromiso ético y transparencia en la relación entre cargadores y transportistas.
Finalmente, la consideración y dignificación de operarios y conductores es la clave fundamental de la transformación logística. Modernizar la logística ya no es una opción: implica abandonar comportamientos arcaicos, asumir responsabilidad compartida y construir, de manera conjunta y colaborativa, un modelo inteligente, seguro y sostenible. Si queremos que la renovada cadena de suministro funcione, ahora de verdad, el conductor debe dejar de ser un engranaje invisible y situarse al frente de esta revolución, liderando la transformación que Manners-Bell nos recuerda que sólo es posible cuando ponemos a las personas en el centro.
Jordi Espín
jespin@transprime.es