Revolera  | 

Camiones sin relevo: la falta de visión pasa factura

Es el momento de una política energética clara, flexible y realista, que reconozca la diversidad de tecnologías necesarias en esta transición

Las matriculaciones de nuevos camiones decaen en España y en toda Europa. Los datos del primer trimestre confirman lo que muchos en el sector ya intuíamos: el frenazo es generalizado, con caídas porcentuales de doble dígito (-16 por ciento en la Unión Europea y un -12,8 por ciento en España). La desaceleración no solo refleja un entorno económico, regulatorio y energético muy incierto, sobre todo si nos centramos en el transporte pesado.

El motor de combustión continúa siendo el rey indiscutible. A pesar de un crecimiento relativo del 50,6 por ciento en las matriculaciones de camiones total o parcialmente eléctricos, su cuota de mercado apenas roza el 3,5 por ciento en la UE.

Y si nos centramos en los camiones pesados, la situación es que en abril solo se matricularon siete eléctricos en España, un exiguo 0,39 por ciento del total.

La escasa penetración de la electromovilidad en el segmento pesado no es casual, ni fruto de obcecación. Las infraestructuras de recarga son absolutamente insuficientes y su despliegue muy caro y de farragosa burocracia; los vehículos siguen siendo elevados; y ni la capacidad de carga útil ni la autonomía logran satisfacer las necesidades operativas de muchas flotas. A esto se suma la incertidumbre regulatoria y la falta de incentivos decididos en buena parte del continente.

Hay algunas señales positivas. Naciones como Noruega o Países Bajos (país donde casi uno de cada cuatro camiones nuevos ya es eléctrico) nos muestran que el futuro puede ser halagüeño para los eléctricos, pero, a la vez, cuán lejos esta la UE de ser un mercado único también en este asunto.

Este diagnóstico no debe conducir a la resignación, sino a la acción. Si la electrificación no llega a ser una opción para buena parte del transporte pesado, es imprescindible acelerar el uso de los combustibles renovables que pueden actuar eficazmente de cara a los objetivos de neutralidad en emisiones de CO2 que tenemos marcados. Esa tecnología permite una reducción inmediata de emisiones sin requerir una renovación completa de la actual flota de camiones, que en la UE asciende a unos seis millones de vehículos.

El nuevo reglamento europeo que limita las emisiones de los vehículos pesados establece un ambicioso objetivo: reducirlas un 90 por ciento para 2040. Para lograrlo, los fabricantes estiman que deberían circular entre 300.000 y 400.000 camiones eléctricos en Europa antes de 2030. Sin embargo, basta con observar los datos actuales para comprobar que estas cifras están más cerca de la utopía que de una hoja de ruta realista.

Es el momento de una política energética clara, flexible y realista, que reconozca la diversidad de tecnologías necesarias en esta transición.

Mientras se multiplican los discursos sobre sostenibilidad, los datos revelan una verdad incómoda: sin un plan ambicioso y pragmático, el sector del transporte seguirá atrapado entre la realidad de la combustión y la promesa aún lejana de la electrificación.

Ramón Valdivia

rvaldivia@astic.net