La seguridad no es un tema exclusivo de las fuerzas del orden: es un factor de competitividad y reputación para todo el sector.
La reciente operación policial, denominada ‘Spider’, que ha destapado una red internacional de narcotráfico en el puerto de Valencia, vuelve a poner sobre la mesa una realidad incómoda: las grandes infraestructuras logísticas, además de arterias vitales del comercio global, son enclaves sensibles para el crimen organizado. No es un caso aislado ni exclusivo de un país: ocurre en todos los grandes corredores logísticos del mundo. Las mafias buscan siempre el mismo objetivo: aprovechar la escala y la complejidad de los flujos de mercancías para infiltrar cargas ilícitas entre millones de contenedores, palés o envíos aéreos. La sofisticación de estas redes -capaces de infiltrarse entre trabajadores, transportistas o empresas auxiliares- demuestra que la amenaza va mucho más allá de “colar” droga en un contenedor. Estamos ante una industria paralela, con medios económicos y logísticos suficientes para intentar corromper los engranajes de la cadena de suministro.
Frente a ello, el transporte y la logística no pueden mirar hacia otro lado. La seguridad no es un tema exclusivo de las fuerzas del orden: es un factor de competitividad y reputación para todo el sector. Un escándalo de narcotráfico no solo erosiona la imagen de un puerto o aeropuerto concreto, sino que afecta a la confianza de clientes, operadores y cargadores en el conjunto del sistema logístico.
¿Qué hacer? La respuesta pasa por reforzar la inspección, la trazabilidad y el control tecnológico: escáneres avanzados, sistemas de inteligencia artificial para la gestión de riesgos, mayores dotaciones en aduanas y policía, cooperación internacional e intercambio de información entre nodos logísticos. Pero también es esencial blindar la integridad del factor humano, con formación, controles internos y tolerancia cero ante la corrupción.
El futuro de la logística exige seguridad. Igual que se invierte en digitalización, sostenibilidad o intermodalidad, es imprescindible apostar por la seguridad integral de las operaciones. De poco sirve contar con hubs de última generación si, al mismo tiempo, se convierten en puertas de entrada para tráficos ilegales. La competitividad también se mide en reputación. Y en este terreno, la seguridad ya no es un coste añadido, sino una inversión imprescindible.