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Electrificar por decreto: la Comisión erre que erre

La neutralidad tecnológica es la única forma de avanzar sin estrellarse

Bruselas sigue empeñada en una receta que ya ha demostrado sus límites: pensar que los textos regulatorios pueden obligar a que sea posible aquello que la realidad técnica y económica dice que es “imposible”. No me sorprendería que un día de estos decretasen la abolición de la Ley de la Gravitación Universal… solo porque consume demasiada energía.
Recientemente fijaron obligaciones de venta de vehículos “cero emisiones” a los fabricantes y enormes multas si no las cumplían; ahora que han detectado que eso no funciona se plantean obligar a las flotas corporativas a cuotas de compra. Es el viejo reflejo del planificador: si el plan no funciona, dobla la apuesta. En carretera, esa contumacia puede llevarnos a un callejón sin salida. Y en esto Bruselas no está sola, no, muchos de sus Estados miembro, España entre ellos, apoyan este tipo de intervencionismo. No se trata de discutir el destino, sino el camino. Un mandato de compra sería un triple disparo en el pie. Operativamente, porque forzaría a introducir vehículos cuya autonomía, tiempos de carga, peso y fiabilidad no permiten hoy cubrir servicios de larga distancia con garantías. Financieramente, porque traslada a las empresas un sobrecoste inasumible. Y ambientalmente, porque frenaría aún más de lo que ya lo ha hecho, la renovación del parque rodante actual. La Comisión y algunos gobiernos hablan de “acelerar” por decreto. Pero, en mi opinión, lo que pasa es que no hay pista.

En toda Europa apenas existen en torno a 1.100 puntos públicos aptos para camiones pesados, cuando harían falta decenas de miles antes de 2030; y la red eléctrica y los megacargadores están lejos de una escala útil. Obligar a comprar sin garantizar capacidad de uso es legislar desde el powerpoint. Más aún cuando nuestros camiones no operan sólo dentro de la UE, sino también en Marruecos, Serbia, Bielorrusia y otros destinos que no cuentan con esa infraestructura.

La neutralidad tecnológica no es un eslogan vacuo; es la única forma de avanzar sin estrellarse. Hoy por hoy, el motor de combustión no tiene un sustituto real en el transporte pesado europeo pero ello no significa que no cumplamos los objetivos de ser neutros en emisiones ya que existen palancas inmediatas para lograrlo: combustibles renovables con una fiscalidad coherente, renovación acelerada del parque Euro VI y mayor eficiencia logística. Y, antes de hablar de obligaciones de demanda, hace falta un esfuerzo público-privado masivo en infraestructura energética o, para entendernos mejor, multienergética. La transición debe ser un itinerario, no una emboscada. Si la Comisión quiere resultados -nosotros también-, que actúe en consecuencia: impulsando la renovación de flotas hacia menores emisiones desde una auténtica neutralidad tecnológica; eliminando las barreras al despliegue de puntos de alta potencia y a la producción de combustibles renovables; creando aparcamientos seguros con oferta energética múltiple; y garantizando una financiación estable.

Bruselas tiene que elegir entre titulares “huecos” o toneladas de CO2 evitadas. Nosotros ya hemos elegido: menos dogma, más condiciones habilitantes; menos imposiciones, más realidad.

Ramón Valdivia

rvaldivia@astic.net