Debemos situar el concepto servicio en el centro
La buena ciencia ficción siempre plantea contradicciones: futuros incomprensiblemente distópicos o inexplicablemente estables. Puedes ser el pistolero Rick Deckard de Blade Runner, que persigue robots-humanoides, o Jean-Luc Picard, de Star Trek, sujeto a eternos dilemas morales.
Sea cual fuere el modelo que escojáis, estamos todos de acuerdo en que el sistema Emissions Trading System (ETS) de la Unión Europea es una iniciativa necesaria para descarbonizar el transporte marítimo y acreditarlo ante la sociedad. No he visto ningún agente ni actor logístico que se haya pronunciado en contra; todos aplaudimos la iniciativa para un futuro mejor al estilo más trekkie, pero… ¿Cómo puede ser que el esquema planteado dibuje un futuro distópico a lo más puro Blade Runner, con una raíz tan opaca en el cálculo de los costes y con el riesgo implícito de fuga de tráficos de los puertos europeos? Se monetizarán unos costes por TEU durante todo un año para rendir cuentas al año siguiente en un mercado de emisiones, con un importe final que será variable. Todo ello, superando los riesgos -más que demostrables- de fuga de tráficos de puertos europeos que conllevarán un grave deterioro del servicio. Ni Rick Deckard, con máxima concentración, sabría encontrar el objetivo a destruir en este escenario tan radicalmente distópico.
Ante esta situación, no deberíamos caer en la trampa de un simple enfoque del “¿Cuánto me va a costar todo esto?”, sino que debemos cuestionar el impacto total de esta normativa y situar el concepto servicio en el centro de la ecuación para agregar a todos los agentes logísticos en una misma dirección de exigencia y revisión a la Comisión Europea. Puede ser un deseo trekkie, pero sintonizado con Blade Runner Blues de Vangelis, nos activará la atención plena para conseguirlo.
Jordi Espín
jespin@transprime.es