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Resiliencia logística

La resiliencia surge cuando la red logística no improvisa al azar, sino desde una intuición operativa de gran precisión para reconfigurarse y aprender

Este famoso vocablo, resiliencia, trasladado a la logística se ha convertido en un elemento clave para entender cómo las cadenas de suministro afrontan un entorno global lleno de disrupciones e incertidumbres. He conectado recientemente con el universo de Boris Cyrulnik, reconocido neurólogo y padre del concepto “resiliencia”, a través de un ciclo de conferencias.

Suele confundirse con “resistencia”, como si se tratara simplemente de soportar presiones sin romperse. Para Cyrulnik, la resiliencia “no depende de la capacidad de resistir, sino de la imaginación que nos permite interpretar la adversidad” a partir de la lectura creativa del problema, más allá de una simple fortaleza estructural.

Reinterpretar es profundamente útil para el ámbito logístico. Las cadenas de suministro, igual que los individuos, deben ser capaces de transformar la información adversa en decisiones que permitan seguir operando. No se trata solo de absorber el impacto, sino de dotarlo de significado operativo, leerlo correctamente con altas dosis de creatividad y responder en consecuencia.

Las redes logísticas “responsive” están atentas para ajustar su funcionamiento con rapidez. Una cadena logística resiliente interpreta datos, prevé riesgos emergentes y activa alternativas antes del impacto. La clave es la plasticidad: la capacidad de reformular el sentido de lo ocurrido, recordar la secuencia de errores no forzados, y activar recursos que quizá antes no estaban presentes.

Para ello, el entorno de apoyo es importante ya que ninguna persona se recupera aislada; en logística, tampoco. En el marco operacional, esto se traduce en un ecosistema de colaboradores, tecnologías, infraestructuras y marcos regulatorios que sostienen la continuidad operativa. El concepto W3 (win-win-win) entra en juego para legitimar la actuación. Proveedores, operadores, clientes, plataformas digitales y reguladores conforman un tejido que, como en un entorno afectivo, amortigua la disrupción y reestablece el equilibrio.

Otro paralelismo importante acontece en la idea de anticipación. La resiliencia no se limita al momento de la crisis, sino que se construye antes, mediante vínculos y herramientas simbólicas que permiten afrontar lo inesperado. En las operaciones logísticas, la resiliencia depende tanto de lo que sucede durante la turbulencia como de la preparación previa. Protocolos claros, conexión a estándares, transparencia acreditada y equipos entrenados predictivamente, forman parte de esa anticipación que determina la capacidad de respuesta.

Y todo esto, sólo puede construirse mediante ecosistemas colaborativos que permitan absorber la crisis para reconstruir el flujo. Sin cooperación contrastada, ni la persona, ni la cadena de suministro podrán reponerse; y sin un marco tecnológico y organizativo capaz de sostener, no habrá manera de acceder a una toma de decisiones ágil y reparadora. No se trata de blindarse, sino de ser lo acreditada y transparentemente flexible para recomponer el ecosistema mejorado sin perder funcionalidad. La resiliencia surge cuando la red logística no improvisa al azar, sino desde una intuición operativa de gran precisión para reconfigurarse y aprender. Este es mi deseo para 2026: que cada desafío se convierta en impulso, y cada cambio, en una nueva forma de avanzar.

Jordi Espín

jespin@transprime.es