Mirar sin ver  | 

Rojo

Dar la vuelta y pasar por otro sitio, en tanto y cuanto, no se ponga verde esperanza; pasamos a más números rojos para una parte, más negros para otra

El rojo es, sin duda, el color del deseo entre otros vicios confesables. El primario en el campo del marketing, porque aporta sensación de poder, liderazgo y, en síntesis, el elegido para atraer esos papeles verdes que llevan la efigie del de los pararrayos y las lentes bifocales. También tiene una vertiente negativa, porque es el color de la ira, del odio, del mal genio. Simboliza el fuego, el exceso de energía y puede conseguir que se eleve la presión sanguínea e incluso elevar la tensión visual si se abusa de él. Los amantes del rojo suelen ser fuertes, vitales, optimistas, competitivos, tozudos, sin miedo y poco amigos de dar marcha atrás. Dicen que sube la autoestima, nos pone en alerta y por supuesto, no pasa desapercibido y jamás, de moda.

Si, hipotéticamente, nos encontráramos con un mar plagado de algas cuyas cianobacterias en floración crearan capas rojizas sobre el agua que, al morir, dejasen restos de color rojizo y por esa causa, se nos ocurriera bautizarlo como Mar Rojo (i.e.), igual le podríamos añadir, en parte, esas fortalezas y debilidades anteriormente descritas. Aunque, también podríamos elucubrar que si al traducir textos del hebreo al griego, erramos al confundir reed con red, o que se hubiera separado y los que cayeron lo tiñeron con sangre. En cualquier caso, abandonemos su posible origen y volvamos con algunos de los adjetivos que ese color le daría, a saber; prohibición, peligro o riesgo de hacer uso de él. Dar la vuelta y pasar por otro sitio, en tanto y cuanto, no se ponga verde esperanza. Pasamos a más números rojos para una parte, siendo más negros para otra, a la que, de paso, le sube la tensión arterial y visual, de la mano de esa impulsividad y tozudez, a los que les cuesta dar marcha atrás, porque les sube la autoestima a la vez que el parquet, porque nunca, nunca, pasa de moda. “La inversión en el conocimiento paga el mejor interés” (Benjamin Franklin).

Miguel Rocher

mrocher@operinter.com