Ahora, la batalla marítima es terrestre para concentrar y controlar los servicios logísticos hasta la puerta del cliente
Agradezco la inspiración de mi estimado vecino de columna Javier Miranda. Sus reflexiones sobre transporte marítimo y la reacción de la Federal Maritime Comission norteamericana en la reciente normativa que identifica, objetiva y penaliza la negativa de las navieras de proveer espacio en sus buques las confronta, de facto, a sus praxis habituales. Éstas derivan de la peligrosa senda que ellas empezaron hace años cuando se liberaron del deber de servir -y de servicio- a sus clientes. Es una regulación normal y necesaria ¿O es rara, extraña o rarita?
“Weird” es el nuevo vocablo electoral norteamericano de moda, y por el que se pelean demócratas y republicanos para desacreditarse mutuamente al apodar “rarito” al adversario. ¿No será que los raritos somos los europeos al no querer ver dónde residen las mejoras del flujo de transporte marítimo al continuar eximiendo de explicaciones operativas y transparencia a quienes controlan ya el flujo puerta a puerta? Y es que no me gusta decirlo, pero aquí el ambiente marítimo es más que rarito.
Esta nueva normativa norteamericana, más allá del impacto en el titular, estima aumentar la transparencia que ofrecen las navieras en todo el canal logístico que ellas controlan para dotarlas del sentido que ya casi han perdido y olvidado: la rendición voluntaria de cuentas, de las operaciones logísticas y de proveer a la comunidad de explicaciones sobre cómo organizan y priorizan el flujo marítimo.
La Carta de Derechos de la Carga que defendemos desde nuestra asociación, Global Shippers’ Alliance, trabaja en tres sentidos: separar el concepto carga de cargador y aportar a la carga una personalidad logística propia para objetivarla como protagonista del flujo; para ello es necesario dotarla de los mínimos derechos para que circule y sea priorizada por todos los actores logísticos aprovechando que, en el tránsito, genera riqueza en cada uno de ellos y merece ser impulsada y tratada de manera diligente. Y con todo ello, aportar transparencia y estándares al flujo logístico.
Y en Europa ¿Cómo vamos acerca de los niveles de transparencia que el Regulador exige a las navieras?¿Cuándo reaccionará el Regulador a la situación de opacidad operativa del flujo logístico marítimo, ahora que las navieras están extendiendo sus tentáculos para controlar la red de transporte terrestre?
La persistente obstrucción del flujo de operaciones -en los casos en que las navieras obstaculizan la cesión del transporte del contenedor una vez llegado a puerto, para que no sea transportado por el operador logístico de preferencia del cliente en el tramo terrestre final- se ha revelado como la nueva cruzada a librar en Europa para controlar el flujo operativo puerta a puerta. La garantía de acceder al espacio disponible en los buques ya no es el único cuello de botella logístico al que nos enfrentamos. Ahora, la batalla marítima es terrestre para concentrar y controlar los servicios logísticos hasta la puerta del cliente: el nuevo dominio de intervención de los gigantes marítimos. Insisto en que el ambiente marítimo es más que rarito, y no me gusta.
Jordi Espín
jespin@transprime.es