En fin, otro verano más sumidos en la política (eso sí que es cansino) y ya sabemos lo que decía Paul Valery al respecto de dicha actividad “es el arte de evitar que la gente se preocupe de lo que le atañe”.

Sectarismo, eso es lo que sobra en nuestra profesión a las que algunos nos dedicamos cada día del año y desde hace muchos.

El tema de Harburg y Gorney, un icono de la Gran Depresión, relata cómo un trabajador se siente utilizado por el sistema que ahora le niega diez centavos.

El Señor Blanco (el del azote del PP) va a seguir la misma hoja de ruta que Doña Magdalena Alvarez (la de Siberia).

A Fredriksen se le maltrató en España y se fue.

Como dijo Quevedo: “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”.

¿Qué pasará con las estructuras financieras y otras sostenidas por un contrato de bareboat o time-charter, con fletes que en algunos casos han pasado de 57.000 dólares/día a 3.000 o menos? ¿Dónde está el mercado de futuros de fletes?

Escribir sobre la crisis ya no mola (”en mi vida me he visto en tal aprieto”).

Una medida saludable sería que nuestros dirigentes (anda que no son pocos), siguiendo el ejemplo de los japoneses (con aquellos hara-kiris laborales), se hicieran un “ere” y tomasen un (seguro) merecido descanso

En las crisis quedan los que conocen el mercado.

Lo que se pedía no era inversión (con independencia de algunas oportunidades), era especulación.

No se por qué se empeñan los señores de ANAVE en invitar al Secretario General de Transportes a sus reuniones anuales.

Los buques que no cumplan la ley no deberían navegar.