Editorial  | 

Músculo español, cerebro extranjero

El sector logístico español, que ejecuta bien, pero decide poco, necesita pasar de la eficiencia a la ambición.

España puede exhibir músculo en el ámbito de las infraestructuras logísticas. Puertos líderes en tráfico de contenedores, plataformas de transporte bien conectadas y operadores con una capacidad de ejecución envidiable. Todo ello, con el único lunar del ferrocarril, cuya red, actualmente en obras, deja hoy por hoy mucho que desear para alcanzar una verdadera integración intermodal. El músculo operativo está ahí. Pero las grandes decisiones, la estrategia y el capital están cada vez más lejos.

En los últimos años, los grandes operadores internacionales han desembarcado con fuerza en el mercado español. Fondos de inversión, multinacionales de la logística y gigantes del transporte han adquirido compañías locales, gestionan terminales portuarias, redes de distribución o plataformas de última milla. España se ha convertido en un país donde la logística funciona, pero donde el timón, cada vez más, se gira desde fuera.

Es la paradoja del éxito operativo sin liderazgo estratégico. Los operadores españoles son competitivos, pero de tamaño limitado. Las empresas que crecieron a base de esfuerzo y conocimiento local carecen, en muchos casos, del respaldo financiero necesario para dar el salto internacional. Y mientras los grupos extranjeros ganan presencia y cuota, los campeones nacionales escasean. Con la excepción de Ontime Corporate -único grupo español entre los diez primeros del ranking nacional, y que está haciendo bien los deberes-, no hay un “Dachser” ni un “Kuehne + Nagel” con acento propio. Más allá de Correos, con todos los matices de su condición de operador público.

Las consecuencias van más allá de la propiedad: afectan a la capacidad de decisión sobre el futuro de la cadena logística. Los centros de planificación, inversión e innovación se concentran fuera.

El sector logístico español, que ejecuta bien, pero decide poco, necesita pasar de la eficiencia a la ambición. Menos pensar en vender y más en construir proyectos con proyección internacional. Menos dependencia del capital ajeno y más visión industrial a largo plazo. Las infraestructuras están hechas; ahora toca generar estrategia.

Porque si España no aspira a tener un cerebro propio que dirija su músculo logístico, otros lo harán… Y lo están haciendo.